MI INFANCIA FUE…Poema de Francisco Amighetti (Costarricense)
Qué fue mi infancia sino un vuelo de palomas entre campanas, una serie de convalecencias entre almohadas,
y emerger más alto y más delgado pero siempre igual a mí mismo.
Mi infancia está hecha de lluvias y de gorriones sacudiéndose las alas, mi infancia está hecha de sueños para grande, de barriletes de papel en cielos de seda
y de nostalgias anticipadas.
Mi infancia era tener una abuela y dibujar con lápices de color.
Mi infancia fue soñar con los países lejanos porque en lo lejano estaba lo maravilloso. Mi infancia estaba llena de impotencias que suplía con la fuerza de mis sueños,
y por eso todavía estoy en la infancia.
La muerte me acogerá como a un niño viejo,
y seguiré soñando mientras las golondrinas suman y multiplican en la pizarra del cielo,
y los gorriones beben agua en las canoas cuando llega el invierno.
AMIGHETTI
por Stefan Baciu octubre de 1969
Hay lugares que cabe incluir en lo que podría llamarse el mapa cultural de la América Latina. La 'Isla Negra' de Pablo Neruda, el 'Beco da Lapa' de Manuel Bandeira, y el 'Retiro de Apicucos' (Pernambuco) de Gilberto Freyre. Estos sitios se integran dentro del movimiento intelectual americano como sucede con el 'Café de Nadie' de los "estridentistas" mexicanos, y la 'Calle Florida' donde se originó el movimiento de los "martinfierristas" de Buenos Aires.
Pero estos datos son todavía incompletos, existen en este continente hombres que se distinguen en aquello que el cubano Enrique Labrador Ruiz llamó cierta vez, la "manera de vivir". Así sucede con Francisco Amighetti en su retraimiento y su voluntad de pasar desapercibido, y que es sin embargo, sin lugar a dudas, uno de los más grandes grabadores en madera de la América Latina, y un ejemplo vivo de la raza de los silenciosos, de los callados y discretos.
Su vida ha transcurrido en su lugar natal, con excepción de los viajes que lo han llevado por Suramérica, Europa y los Estados Unidos, y sobre todo por las repúblicas de Centroamérica, que documenta el estupendo testimonio de sus grabados, en su libro "Francisco y los Caminos".
El artista en su casa—taller ubicada en el barrio La Paulina, 50 varas al norte de la Mejoral, viene a ser la "Isla Negra", o el "Beco" de Amighetti, es un lugar encantado, enteramente suyo, señalado por su presencia.
Aquí uno de los grandes creadores de América, hace de los árboles nativos un concierto de luces y de sombras, de colores y semitonos, una verdadera orquesta de la selva, que suena y habla bajo el dominio de un artista que supo hacerse notable sin premios, sin concursos, sin medallas ni partidos políticos.
He visto a Amighetti caminando rumbo a su casa, con las maderas de sus grabados que llevaba como si fueran un tesoro, y así me he dado cuenta de su mundo. Este responde al universo de sus coterráneos: Joaquín García Monge y Max Jiménez, los creadores que supieron hacer arte dentro de esta dimensión que va desde la sodita de Guadalupe hasta el Louvre, y desde el Metropolitan Museum hasta el parque Morazán.
En los grabados más recientes, el mundo habla el idioma de Amighetti a través de la madera de Costa Rica. Este lenguaje universal llega de los bosques que él ama y conoce. Pero, desde la madera original, o de la que descansa sobre su mesa de trabajo, hasta el grabado expuesto en las salas de exposiciones, existe una terrible distancia. Este es el arte de Amighetti; sólo él sabe cómo se talla, cómo se siente y cómo se la hace hablar.
El ron ron, y el cocobolo empiezan en la casa-estudio de Amighetti una nueva vida. Su casa es un barco sobre las nubes que navega entre la lluvia, cuando las camionetas de Sabanilla y de la Betania pasan por la esquina de su calle, cuando los pasos perdidos suenan en la noche delante de la habitación donde una luz se detiene sobre la madera recién cortada, nace una obra de arte, allí en Costa Rica, en el barrio de La Paulina, 50 varas al norte de la Mejoral.
EL CAMION |